La escala del proyecto habla por sí sola: 26 nuevos locales y 34 reformas previstas en doce meses. Solo en las últimas semanas, la cadena reabrió los puntos de venta de Corrientes y San Justo tras ser renovados, y prevé inauguraciones en Rosario y Funes. A simple vista, puede parecer sólo una expansión comercial, pero el trasfondo revela una visión mucho más profunda.
Uno de los ejes es la digitalización. Hoy, el 90% de las sucursales cuentan con tótems interactivos, que no solo aceleran los pedidos sino que organizan el espacio de una forma más eficiente. Tanto es así que los nuevos locales ya los incluyen desde la concepción del proyecto. En Argentina, estas terminales concentran el 60% de las ventas. En paralelo, el avance del delivery -que en algunos locales ya concentra la mitad de las ventas- exige nuevos flujos de circulación y una arquitectura adaptada: zonas de retiro más visibles y pasillos más amplios.
La fachada también gana protagonismo. Algunas sucursales ya incorporaron pantallas LED dinámicas que permiten mostrar información hacia afuera y conectan visualmente con lo que sucede adentro. La intención de la cadena es que este recurso gane presencia en futuras aperturas, con el objetivo de que se convierta en un canal activo de comunicación.
La propuesta para el público familiar está más vigente que nunca en Mostaza. En sus recientes inauguraciones, los peloteros no solo se mantienen: se modernizan. El nuevo diseño ofrece áreas más interactivas, con materiales nobles y mejor integración al espacio general.
Lejos de ser una simple apuesta estética, la arquitectura en el fast food está mutando en una herramienta integral. En Mostaza, cada nueva obra responde a esta lógica, adaptándose a los cambios del consumo, incorporando tecnología desde el diseño y atendiendo las necesidades de distintos públicos.