Cada hamburguesa refleja el trabajo de miles de personas en todo el territorio argentino: desde los campos hasta las plantas industriales, pasando por rutas y centros de distribución. Es un modelo que potencia el desarrollo de las economías regionales y reafirma que la producción local puede ser sinónimo de escala, calidad y orgullo nacional.
Las cifras dimensionan ese impacto: casi 10.000 toneladas de carne, 9.000 toneladas de papa, 1.600 toneladas de queso y más de 50 millones de panes al año. Todo eso se traduce en una red integrada por más de 90 proveedores argentinos, entre grandes empresas, pymes y actores regionales más pequeños.
Sabores argentinos, producción nacional
El queso llega principalmente desde Santa Fe y Córdoba, dos provincias con peso propio en la industria láctea. Las papas se cultivan y procesan en Balcarce, en el sudeste bonaerense, una zona reconocida por abastecer a las principales cadenas del rubro. En la provincia de Buenos Aires también se concentran los proveedores de la carne, los vegetales y el pan.
La selección de esos socios no es casual. “Trabajamos con proveedores que garantizan trazabilidad y altos estándares de calidad, y al mismo tiempo nos enfocamos en construir relaciones sólidas para que sean nuestros socios estratégicos. No buscamos solo una relación transaccional, sino alianzas a largo plazo”, explica Daniel Rossano, Gerente General de Mostaza. En esa lógica conviven referentes de la industria alimenticia, junto a empresas de menor escala que también forman parte fundamental del engranaje.
La decisión de abastecerse únicamente con producción local no solo apunta a garantizar previsibilidad. También permite ampliar el impacto económico de la marca más allá de sus locales. “Desde el inicio apostamos por el desarrollo del país. Reconocer a los proveedores es también reconocer el trabajo de miles de personas que sostienen nuestra operación día a día”, asegura Rossano.
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